lunes, 12 de enero de 2009

confusión

A veces
es difícil
entender
quién quiere a quién,
quién ama
y quién no
y por qué.

No entiendo
por qué te amé,
tampoco entiendo
(o creo que no lo haré)
por qué amaré al siguiente,
y por qué me casaré,
si es que algún día
llego a eso.

Mi cabeza
está casi tan revuelta
como mi estómago,
el cual amenaza con devolver
sus contenidos
medianamente digeridos.

Mis ojos,
por otro lado,
tratan de entender
aquello que mis manos buscan
cuando corren por un cuerpo
y se moldean en torno al
ondulante relieve;
el cuerpo de aquel hombre
o el muchacho
o un joven que conocí una vez.
¿Qué hay en un objeto
que los ojos no ven
pero el alma logra palpar
y comprender
y querer
sin objeción alguna?

Y sigo sin entender,
después de que
me trataste de explicar
con tu infalible lógica,
después de que él
me tratara de explicar
con palabras endulzadas
y después de que el otro
simplemente se riera
y me preguntara
(con un aire de superioridad)
por qué ando cuestionando la vida
de una manera tan poco útil.

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